viernes, 3 de septiembre de 2010

Conciencia individualista

Tal vez nuestro interior ha estado algo nublado últimamente pero sin embargo tenemos la intención de mejorar, bueno eso creo. Mi poca experiencia me dice que  somos unos pequeños seres a los que estamos sujetos, encerrados dentro de una cáscara inútil y superficial. Es algo que nos hace sentirnos muchas veces  con cierta superioridad, la que es  sin duda alguna lo que nos aleja de los demás.

Es importante hacerse de vez en cuando unas preguntas de evaluación personal, que nos permitan descubrir lo que realmente somos y a mantener nuestro íntimo un tanto ordenado y libre de impurezas… ¿Te has fijado alguna vez en lo que siente el otro? Esa es una respuesta un tanto obvia, no es cierto? … No absolutamente,  NO! Todos tenemos ese sentido de individualidad, en algunos más acentuado que en  otros. Lo más importante es que seamos capaces de reconocer nuestros errores y estar dispuestos a ser más considerados con quien pasa a nuestro lado.

Otra de las preguntas que me encantaría hacerte, querido lector, es si alguna vez se te ocurrido ponerte en el lugar de quien está sumergido en algún error…tal vez si, pero ¿Estamos interesados en cualquier persona que pasa por la calle? O ¿Sólo nos interesa ayudar a quien es nuestro amigo, a miembros de nuestra familia y a quien realmente nos importa?...Bueno tal vez la sociedad tenga la culpa pero está en nuestras manos cambiar el destino.

 ¿Individualidad sinónimo de egoísmo?
 
Indudablemente
.

Publicado por: Celeste Gauthier.

miércoles, 25 de agosto de 2010

Los gritos que ignoramos

  Si reflexionáramos un poco, tan sólo un poco, caeríamos en la cuenta de que todo ser humano, inevitablemente, se encuentra rodeado de sonidos.
Agradables, sumisos, modestos, horrendos, grotescos… la lista nos ofrece una amplia variedad.
Es entonces cuando recién caemos en la cuenta de que el silencio no es más que un concepto ilusorio…
Definido simplemente como la ausencia de ruido, por la mayoría de los diccionarios de bolsillo, esta mística palabra viene utilizándose desde milenios.


Personas que otorgaron o, por el contrario, imploraron silencio: ¿lo hicieron en realidad? ¿Qué desesperado ruido había bajo aquellas acciones?

¿Cuáles son los gritos que en verdad no oímos? ¿Y por qué…, por qué esta ignorancia?
“El silencio vale más que mil palabras”… posiblemente podríamos cambiar esa bella frase por “El silencio esconde más de mil palabras”
Palabras; simples e inofensivas palabras, de las que, al parecer, profesamos tanto miedo a oír.
¿Será este miedo injustificado o justificado del ser humano que le obliga a omitir los constantes ruidos que se efectúan en su entorno?
Muchas veces fuimos engañados.
Muchas veces, no logramos captar el gutural ruido de un mal presagio. Nos hicimos los tontos… Adoptamos la mala costumbre de “seguir la corriente” sin cuestionarla, sin observar, sin siquiera intentar tomar en cuenta las advertencias.
Seguimos idiotizados a una luz que automáticamente modifica la personalidad de cada individuo y, aumentamos nuestra desgracia creyendo que hacemos bien; somos con bastante frecuencia parte de una innecesaria danza donde forzosamente debemos de utilizar una máscara, ¿el objetivo?: esconder el sonido de las verdaderas emociones, bajo las falsas e ilógicamente amables, casi cínicas, nuevas.
Éstas, sin duda alguna, complementarán muy bien con las del acompañante, originando a su vez un falso diálogo, y ahogando de esta manera la voz de la razón junto con su constante y amenazante pregunta: « ¿Para qué estoy aquí?»
Sumergida la duda, bajo la mascara de una infundada sonrisa, se queda nuestra sed de respuesta, se acaba despectivamente con la innata curiosidad del ser humano…, aparece la engañosa felicidad que acarrea siempre la ignorancia.
Movidos por los hilos de la frivolidad y el materialismo, en un mundo donde pisotear a otros significa ascender a un nivel más alto
¡Es como si ya no fuéramos seres humanos!
Y los sonidos siguen existiendo, atisbando a cada segundo, a cada minúsculo paso que el tiempo da…, una ínfima partícula de esperanza.
Estos sonidos se nos presentan en todas las formas que una mente creativa puede llegar a imaginar.


A veces, se conocen sólo como las verdaderas intenciones. Lo que cubrimos día a día bajo una impertinente mascara ficticia. Pero eso al final sólo deja vacío.

Críticas, apariencias, comportamiento. Un disfraz que al menos podemos escoger.
Pero ¿Qué sucede con nosotros? ¿Quién vive realmente la vida, yo o el disfraz?

Y…

¿Vale la pena todo esto?


 Publicado por: Alexandrine Scratfitz