lunes, 13 de febrero de 2012

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Como un manojo de cosas perdidas y carentes de significado ella esperaba. Esperaba envuelta en un viejo y sucio vestido que en otros tiempos pudo haber sido hermoso.

Hermoso. ¿Qué podía significar ahora esa palabra? Todo en la torre sonaba a ausencia y falsas promesas. Ella quería un futuro... ella quería que llegara ese momento.
Trataba de no mirarse en el espejo ¡Oh! estaba ya muy vieja; la geografía de sus arrugas se tornaba cada vez más compleja, no, no iba a reconocer que sus ojos estaban vacíos de esperanza.
No iba a... ¡Oh, cielos! ¿En qué se había transformado?  y ¿por qué? ¡¿Qué hacía en esa torre?!
La conciencia se asomó por la ventana atraída por el viento cuyo fin era indicar el pasar de los años, ¿cómo podía algo tan impreciso como el tiempo dañar tanto su alma?
La comprensión. Vio su ser, toda su existencia desperdiciada no por sus sueños, sino más bien por la espera, la injustificada necesidad del mundo... olvido su libertad, olvidó la falta de destino. Creyó en sus propias mentiras.
¡Ojala se hubiera muerto esperando! ¿Por qué dolía tanto ser consciente?

Pensó. Río.
Y luego dijo:
- Qué más da.



Alex