miércoles, 25 de agosto de 2010

Los gritos que ignoramos

  Si reflexionáramos un poco, tan sólo un poco, caeríamos en la cuenta de que todo ser humano, inevitablemente, se encuentra rodeado de sonidos.
Agradables, sumisos, modestos, horrendos, grotescos… la lista nos ofrece una amplia variedad.
Es entonces cuando recién caemos en la cuenta de que el silencio no es más que un concepto ilusorio…
Definido simplemente como la ausencia de ruido, por la mayoría de los diccionarios de bolsillo, esta mística palabra viene utilizándose desde milenios.


Personas que otorgaron o, por el contrario, imploraron silencio: ¿lo hicieron en realidad? ¿Qué desesperado ruido había bajo aquellas acciones?

¿Cuáles son los gritos que en verdad no oímos? ¿Y por qué…, por qué esta ignorancia?
“El silencio vale más que mil palabras”… posiblemente podríamos cambiar esa bella frase por “El silencio esconde más de mil palabras”
Palabras; simples e inofensivas palabras, de las que, al parecer, profesamos tanto miedo a oír.
¿Será este miedo injustificado o justificado del ser humano que le obliga a omitir los constantes ruidos que se efectúan en su entorno?
Muchas veces fuimos engañados.
Muchas veces, no logramos captar el gutural ruido de un mal presagio. Nos hicimos los tontos… Adoptamos la mala costumbre de “seguir la corriente” sin cuestionarla, sin observar, sin siquiera intentar tomar en cuenta las advertencias.
Seguimos idiotizados a una luz que automáticamente modifica la personalidad de cada individuo y, aumentamos nuestra desgracia creyendo que hacemos bien; somos con bastante frecuencia parte de una innecesaria danza donde forzosamente debemos de utilizar una máscara, ¿el objetivo?: esconder el sonido de las verdaderas emociones, bajo las falsas e ilógicamente amables, casi cínicas, nuevas.
Éstas, sin duda alguna, complementarán muy bien con las del acompañante, originando a su vez un falso diálogo, y ahogando de esta manera la voz de la razón junto con su constante y amenazante pregunta: « ¿Para qué estoy aquí?»
Sumergida la duda, bajo la mascara de una infundada sonrisa, se queda nuestra sed de respuesta, se acaba despectivamente con la innata curiosidad del ser humano…, aparece la engañosa felicidad que acarrea siempre la ignorancia.
Movidos por los hilos de la frivolidad y el materialismo, en un mundo donde pisotear a otros significa ascender a un nivel más alto
¡Es como si ya no fuéramos seres humanos!
Y los sonidos siguen existiendo, atisbando a cada segundo, a cada minúsculo paso que el tiempo da…, una ínfima partícula de esperanza.
Estos sonidos se nos presentan en todas las formas que una mente creativa puede llegar a imaginar.


A veces, se conocen sólo como las verdaderas intenciones. Lo que cubrimos día a día bajo una impertinente mascara ficticia. Pero eso al final sólo deja vacío.

Críticas, apariencias, comportamiento. Un disfraz que al menos podemos escoger.
Pero ¿Qué sucede con nosotros? ¿Quién vive realmente la vida, yo o el disfraz?

Y…

¿Vale la pena todo esto?


 Publicado por: Alexandrine Scratfitz